Sacha baron cohen el dictador

El dictador imparte su sabiduría en la televisión australiana
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Borat, de Sacha Baron Cohen, llegó en el momento exacto para convertirse en un fenómeno. Fue un gran éxito de taquilla y llevó a todo el mundo a citar la película hasta agotarla (hoy en día no se oye hablar mucho de “tiempo sexy”). Pero desde entonces, Cohen aún no ha encontrado un personaje bobo al que el público se haya enganchado. Es cierto que es más subversivo que, por ejemplo, el “Yeah Baby” de Michael Myers, pero el Dictador de este año no fue recibido con tanta calidez en Estados Unidos. Pero -especialmente en la versión no calificada- es divertida a carcajadas en varias partes, aunque esté atada a una narrativa cansada. Nuestra crítica del Blu-ray de El dictador sigue después del salto.
Cohen interpreta a Hafez Aladeen, el dictador de la República de Wadiya. Gobierna con puño de hierro (como era de esperar), manda matar a la gente por delitos menores y está protegido en todo momento por treinta mujeres “vírgenes” entrenadas. Tras un reciente intento de asesinato, se dirige a Estados Unidos para pronunciar un discurso ante la ONU, pero mientras está allí es secuestrado por un estadounidense (John C. Reilly) que le afeita la barba antes de no matarlo. Se dirige a la ONU, pero su tío Tamir (Ben Kingsley) estaba detrás de su secuestro y ha colocado un doble en su lugar. Encuentra refugio en Zoey (Anna Farris), que trabaja en un mercado de alimentos de la comuna, y ofrece a Aladeen un trabajo.
El Dictador (2012) – Escena de Nadal Nuclear (3/10) | Movieclips
Los productores Jeff Schaffer y David Mandel dijeron que el personaje de Baron Cohen se inspiró en dictadores de la vida real como Kim Jong-il, Idi Amin, Muammar Gaddafi, Mobutu Sese Seko y Saparmurat Niyazov[6] Los créditos iniciales de la película la dedican a Kim Jong-il, “en amorosa memoria”. Recibió críticas mixtas y recaudó 179 millones de dólares.
Durante años, la nación norteafricana ficticia de Wadiya (que aparece como coterminal con los límites de Eritrea en un mapa) ha sido gobernada por el almirante general Haffaz Aladeen, un dictador infantil, sexista, antioccidental y antisemita que se rodea de guardaespaldas femeninas, patrocina el terrorismo (especialmente dando cobijo al líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, después de que “mataran a su doble hace un año”), cambia muchas palabras del diccionario de Wadiyan por “Aladeen” y está trabajando en el desarrollo de armas nucleares para “destruir a Israel”. También se niega a vender los campos petrolíferos de Wadiya, una promesa que hizo a su padre antes de su muerte. Después de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas resuelva intervenir militarmente, Aladeen viaja a la sede de la ONU en Nueva York para dirigirse al consejo.
Lo mejor de Aladeen | El Dictador | Sacha Baron Cohen
Uno se hace a la idea de lo que le espera en “El dictador” en cuanto se levanta el telón sobre una radiante foto del difunto líder norcoreano Kim Jong-Il, en cuya “cariñosa memoria”, nos dicen, se ha producido la película.
La nueva comedia de Sacha Baron Cohen no tiene mucho de sutil, y su humor, a menudo de tipo “slapstick”, representa un cambio para Baron Cohen, cuyas películas anteriores se basaban en una tensión incómoda y agresiva con el público.
Pero dentro del marco que se establece, “El dictador” consigue cimentar la reputación de Baron Cohen como un cómico singularmente capaz de extraer los límites extremos del buen gusto por su valor de humor arriesgado.
Y al igual que el difunto Saparmurat Niyazov de Turkmenistán, también conocido como “Turkmenbashi”, que rebautizó los meses y días de la semana con su nombre y el de los miembros de su familia, Aladeen sustituye muchas palabras importantes de Wadiyan, como “positivo” y “negativo”, por su propio nombre.
Todo va bien para Aladeen, que se acuesta con famosos de Hollywood, ordena caprichosas ejecuciones sumarias y esquiva algún que otro intento de asesinato, hasta que se ve obligado a comparecer ante la ONU en Nueva York.
Sacha Baron Cohen El Dictador sobre la dictadura
Desde sus primeras payasadas televisivas en “Da Ali G Show” hasta su transición al estrellato cinematográfico con “Borat” y “Bruno”, Sacha Baron Cohen ha dominado el arte del espectáculo mediático. El estreno la semana que viene de “El dictador”, protagonizada por Baron Cohen como su nuevo alter ego en la pantalla -el barbudo general Aladeen de la ficticia República Popular de Wadiya-, demuestra una vez más su dedicación a reventar todos los límites políticamente correctos posibles. En la película, dirigida por Larry Charles, frecuente colaborador de Baron Cohen, Aladeen llega a Nueva York escupiendo sentimientos antiestadounidenses y enseguida se encuentra fuera de lugar. Esa descripción coincide con la extraña conferencia de prensa que Baron Cohen dio ayer en el Waldorf Astoria, en su papel de Aladeen, ante una sala repleta de periodistas que se divirtieron y se confundieron con sus payasadas.
Para mí, que aún no he visto “El dictador”, la rueda de prensa fue un seductor acto de arte escénico que se hizo pasar por una táctica de marketing del estudio, y no al revés. Parte del atractivo subversivo del trabajo de Baron Cohen es su capacidad para salirse con la suya. Al jugar con burdos estereotipos en cada uno de sus disparatados papeles, en realidad critica sus extremos.